¿Por qué mediamos?
Entendemos la cultura como un mecanismo de adaptación que
surge de la interacción social y que tiene como fin la adaptación al medio. Por
lo tanto, la cultura ayuda a la sobrevivencia del ser humano y se constituye
como un conjunto de construcciones históricas y sociales. La cultura como construcción social en permanente cambio es
histórica. Desde la sociología se describe la cultura como un conjunto de
valores, creencias y actitudes que contribuyen al modo de vida de una sociedad;
se incluye los modos de pensar, actuar, de relacionarse con otros y con el
mundo exterior (Segall, 1984). Es por lo tanto la cultura un
cuenco, una realidad delimitada por un universo cerrado de creencias, valores
que generan significaciones, mitos, imaginarios en el que se vierte la realidad
y esta se nos muestra clara, ordenada e inteligible. Cambiar este cuenco, su
forma, significa crear, cambiar o eliminar ciertas creencias y valores
firmemente instaurados en el pasado pero que ahora han demostrado que no son
aptas para proteger la vida. Esto crea una crisis civilizadora, es decir, surge
la necesidad de proteger la vida de otra forma.
La especie humana institucionaliza
este sistema de creencias y valores que emana del centro, del poder y en la
mayoría de las ocasiones como mecanismo para perpetuarse en el poder. Este
sometimiento se hace desde los más fuertes, haciendo débiles al resto. Y se
llega a constituir como poder único y centralizado que impone las fronteras, y
define lo que está bien y está mal, que legitima el uso de la violencia y que
difumina, desenfoca su propia violencia hasta llegar a normalizar y naturalizar
la cultura, sustentada por una aparente pretensión por el bien de todos, sometiendo
a la ciudadanía a la guía y vigilancia de una autoridad superior fácilmente
identificable. La justicia retributiva o
justicia basada en el castigo ejemplar como medio para inhibir los
comportamientos considerados socialmente inadecuados, la construcción de
dualismos para construir la realidad (el bien y el mal). Se equipara el bien
con los nuestros, los amigos, los iguales; mientras el mal está presente en “los
otros”, los enemigos, los diferentes. La violencia es el mecanismo que utiliza
los poseedores del bien y la verdad, quienes lo encarnan, para acabar con el
mal y con quienes lo representan. Pero esta realidad está siendo cuestionada y los
valores culturales aceptados hasta ahora están siendo transformados. El miedo
al castigo no ha sido suficiente para evitar el delito, a pesar de que las
sociedades siguen solicitando el endurecimiento de las penas, incluso
instaurando la pena de muerte. Esta situación del derecho positivo, unida a su
incapacidad para construir mejores sociedades, ha puesto en entredicho la
justicia retributiva y está planteando la necesidad de encontrar alternativas.
No se trata de desconocer la importancia de dicha justicia, sino de buscar
alternativas que la complementen y trasciendan.
En la década de los 60 converge
un conjunto de fenómenos sociales y políticos en todo el planeta. Emergieron
movimientos sociales que lograron visualizar puntos de fuga de la cultura hegemónica
y su profunda influencia posterior en la sociedad actual ; la vida no
transcurre solo desde los intereses de los centros del poder.
La guerra fría había contenido la
posibilidad de una nueva guerra mundial, pero había desplazado la violencia de
la guerra a los países periféricos en África, Latinoamérica y Asia,
convirtiéndolos en escenarios para su lucha por la hegemonía geoestratégica,
política y económica. Las llamadas guerras de baja
intensidad sostuvieron y lo siguen haciendo la producción armamentista de
Europa, EE. UU. y la URSS. Pensemos en
las toneladas de napalm y agente naranja rociados sobre Vietnam. En los años 60
las manifestaciones contra la guerra en Vietnam, trascienden este tipo de
fronteras al volverse una de las primeras movilizaciones sociales con carácter
universal.
No es posible establecer una
relación causa/efecto entre los diferentes movimientos. La década de los 60 es
una explosión multicolor de intereses y preocupaciones de la gente que, en la
mayoría de los casos, se vuelve protagonista de cambios y propuestas que
nacieron de situaciones concretas de grupos de población específicos, con
miradas distintas y variadas inspiraciones, pero que se fueron entretejiendo y
afectando unos a otros., entre ellas: el movimiento hippie, el Mayo
francés o Mayo del 68, el movimiento feminista y el ecologismo entre otros.
En el escenario norteamericano,
el preámbulo del movimiento contracultural se remonta a los grises años 50 de la
era Eisenhower. Junto a ellos, una nueva generación, surgida en Nueva York, de la
mano de un movimiento literario que se convertiría en la última “vanguardia”
que conseguiría influir en una especie de conciencia social, aferrada a la
utopía de querer cambiar el mundo a través del arte, la Beat Generation. En los
campus universitarios de Norteamérica la trayectoria de la revuelta
generacional de los años sesenta en Norteamérica pasaría por varias fases. Oleadas
sucesivas de creciente radicalización política y militancia sucederían al
primer movimiento de ruptura que representaría la fraternidad bohemia de la
Generación Beat.
Pero esa juventud que aprendió a
expresarse de forma diferente (pacífica) se vería afectada también por
acontecimientos socio-políticos de primer orden que contribuirían a
radicalizarla desde los campus universitarios. La feliz inocencia de los años
sesenta comenzaría a quebrarse en los Estados Unidos con los asesinatos del
presidente Kennedy en 1963 y de Martin Luther King el 4 de abril de 1968.
Desde
los beats, a través del movimiento por los Derechos Civiles y la lucha racial,
la pobreza, hasta la guerra y el imperialismo americano, la línea sería la de
un creciente compromiso, activismo político y participativo. Sería así como se
forjaría una crítica Contra el “sistema”: pobreza en medio de la opulencia, el
poder del complejo “militar-industrial”, la obscenidad de la guerra y el
neo-imperialismo americano a escala global, la “gran mentira” de la manipulación
de los mass media, la “educación errónea y compulsiva” de los estudiantes en las universidades dependientes de
corporaciones. Detrás de cada frase, en este breve catálogo, se levantaría un
texto crítico, una agitación, una desmitificación de algún aspecto de la
estructura social. Y a medida que los problemas se ampliaron, se desarrollaría
también un nuevo estilo de activismo político: las marchas por la libertad, la
organización de comunidades, la ocupación de los campus, el teach-in, las
manifestaciones de masas,… Y como símbolo de la cultura popular juvenil, una
flor amarilla emergería contra los aliados de la cultura no humana: el flower
power, es decir, “el poder de las flores” –un poder que se ejercía
pacíficamente y que se imponía como consecuencia de procesos naturales-.
Descentralización, vida
comunitaria, ecologismo, democracia de participación, desconfianza de las
grandes organizaciones y del “sistema”, liberación sexual, autogestión,
búsqueda de alternativas concretas a problemas reales, anti doctrinarismo, etc.
A partir de ese momento se verá la posibilidad de la liberación a cualquier
forma de autoridad que el poder o el sistema tenga establecida en todas las
parcelas de la vida privada de las personas, bien sea en el nivel escolar o
social, o en el plano de lo familiar. Mayo del 68: bebía en la
insatisfacción profunda de un modelo económico que te llena de cosas, pero que
te vacía el alma; en una sexualidad oculta y vergonzante que te distancia y te
extraña de tu propio cuerpo; en el dolor de una humanidad sin sentido, de los
cuerpos de niñas y niños rociados con napalm o malformados como consecuencia
del agente naranja; en los jóvenes que eran enviados a una guerra extraña y
lejana que les cercenaba no sólo sus cuerpos, sino también el sentido de sus
existencias; en los niños y las niñas mordidos por los perros en Birmingham,
pero también en los cantos góspel que llenaban las gargantas y alivianaban
el dolor indignado en unas pequeñas iglesias en el sur; en los nuevos campos de
concentración del apartheid que convertía en extraña a la gente por
su tierra; en los cuerpos de mujer vetados al placer en cualquier rincón de
cualquier casa; en el temor de sí mismos de hombres y mujeres que debían
considerarse enfermos o culpables de una sexualidad no permitida, en una
sociedad donde los sanos eran los heterosexuales; en millones de estómagos
vacíos alrededor de una mesa rebosada y preparada para pocos comensales; en el
dolor opresivo de la periferia, de los frágiles.
Mayo del 68 despejó nuevos
territorios; el descubrimiento de nuevas relaciones de poder, que se expresan
en el espacio de la vida cotidiana, amplió el mundo de lo político y, por lo
tanto, otras formas de incidir en él con nuevos sujetos de cambio y
transformación. El poder, de alguna forma, dejó de ser un espacio para tomarse
un lugar más, para abrirse hacia nuevas dimensiones en las que la
transformación podía depender de todos. Surge en esta época la crítica a
un sistema judicial ensamblado junto al poder, a través de los “Estudios jurídicos críticos”;
fue un movimiento en el pensamiento
legal en la década de 1970 y 80 comprometidos con la sociedad sobre la base de
una visión del ser humano desprovisto de los intereses ocultos y de dominación
de clase que apoyan y controlan las instituciones jurídicas existentes. Los
partidarios del movimiento han tratado de desestabilizar las concepciones
tradicionales de la ley y de desentrañar las instituciones legales.
Aunque los orígenes intelectuales
de los Estudios Jurídicos Críticos (CLS) se pueden remontar al realismo
jurídico americano, como un movimiento académico distinto, emergió plenamente
en la década de 1970. La primera oleada de CLS americanos fue influenciada por
las experiencias del movimiento de los derechos civiles, movimiento de los
derechos de la mujer y el movimiento contra la guerra de los años 1960 y
1970. Lo que comenzó como una postura
crítica hacia la política interna estadounidense finalmente se tradujo en una
postura crítica frente a la ideología jurídica dominante de la sociedad occidental
moderna. Basándose en la teoría doméstica y el trabajo de los teóricos sociales
europeos, los "críticos" intentaron desmitificar lo que veían como
los numerosos mitos. Las verdades teológicas,
metafísicas y racionales que durante siglos sustentaron las formas de saber y
de racionalidad dominantes no logran responder enteramente las inquietudes y
necesidades en el presente estado de desarrollo de la modernidad humana. La
creciente complejidad de los conflictos, la heterogeneidad socioeconómica, la
concentración y centralización del capital, la expansión del intervencionismo
estatal, etc. En la medida en que la sociedad es vista como un sistema
necesariamente en constante conflicto, tenso y en permanente transformación,
cualquier análisis pasa a ser considerado válido siempre y cuando sea capaz de
identificar los factores de cambio responsables de la continua inadecuación de
los modelos culturales tradicionales entre ellos, el derecho.
Aunque el CLS no ha
producido un solo cuerpo de pensamiento, comparten varios temas comunes:
- · "La ley es la política". Esto significa que las decisiones judiciales son una forma de decisión política,
- · La ley tiende a servir los intereses de los ricos y los poderosos, protegiéndolos contra las demandas de los pobres y el ciudadano (mujeres, minorías étnicas, el trabajo de clase, los pueblos indígenas, los discapacitados, los homosexuales, etc.) para una mayor justicia.
- · El argumento del realismo legal en el que lo que la ley dice que hace y lo que en realidad tiende a hacer son dos cosas diferentes. Muchas leyes dicen que tienen el objetivo de proteger los intereses de los pobres, de los frágiles de los que están en peligro de exclusión social. En realidad, a menudo sirven a los intereses de las élites del poder.
·
CLS sostiene que los individuos están vinculados
a sus comunidades, clase socioeconómica, género, raza y otras condiciones de
vida de tal manera que dejan de ser actores autónomos. Más bien, sus
circunstancias determinan y por lo tanto limitan las opciones que se les
presentan. La gente no es "libre"; se determinan en gran parte por
las estructuras sociales y políticas que los rodean. Surge entonces la necesidad de
formas alternativas de resolución de conflictos no vinculadas a los sistemas
judiciales, sino muy al contrario, a través de la participación activa de la
sociedad civil para solucionar sus conflictos. Los RAC (ADR en inglés) deben su
origen a un movimiento anglosajón iniciado en la década de los treinta del
siglo XX llamado movimiento de libre acceso a la justicia. Que pretendía que
todos los ciudadanos tuvieran acceso a un medio que les permitiera
efectivamente conseguir una solución al conflicto planteado. Este movimiento se
dirigió a la búsqueda de alternativas a los tribunales, ante el colapso que los
mismos presentaban. Todo ello, unido a los acontecimientos producidos en EEUU
tras el 24 de octubre de 1929, en el que se produjo la mayor crisis económica
mundial, y que conllevó a la depresión de los años 30, la intervención de EEUU
en las dos guerras mundiales, y la inestable situación laboral, penitenciaria,
migratoria, económica y social producida en esa década y en las siguientes,
provocaron esa necesidad de buscar diversas vías de solución de conflictos.
En la Universidad de Harvard, se inició la propagación de
una corriente filosófica-jurídica que buscaba cauces alternativos al poder
judicial, denominada «critical legal Studies». Estudiosos del derecho como
L.Fuller, F.Sander, Roger Fisher, todos ellos de la Harvard Law School, o el
conocido autor Howard Raiffa, han contribuido notablemente a la formación del
pensamiento teórico respecto a los procedimientos y aplicación de técnicas para
la resolución de conflictos fuera de los tribunales. Pero los antecedentes de la
mediación en los USA provienen de los procedimientos de resolución de la
conflictividad laboral en la industria. La mediación tal como la entendemos
hoy, aparece en los Estados Unidos a fines de la década de los sesenta y
principios de los setenta, como respuesta
a la demanda social, por formas alternativas a la conciliación de conflictos.
Los motivos fueron varios en el contexto de la época: protestas estudiantiles,
raciales, lucha por los derechos civiles, el movimiento de liberación de la
mujer, la guerra de Vietnam, etc. En 1926 se crea American Arbitration
Association (AAA) ofreciendo los servicios de mediación. En la década de los 30
se crea el movimiento de los ADR (Alternative Dispute Resolutions) como
alternativa al sistema judicial. Entre los años 1934 y 1947 el congreso creo la
“National Mediation Board” (www.nmb.gov)
con el propósito de solucionar la conflictividad laboral entre trabajadores y
sus administraciones laborales y evitar huelgas o cierres patronales. Su origen
se sitúa en la “Ley de Relaciones Laborales de 1947”. Desde los años sesenta se
difundieron las primeras experiencias en Mediación en el Consumo (American
Arbitration Association, AAA), familiar (Association of family and Conciliation
Courts, 1963), escolar (Children´s Proyect for friends, 1972) y comunitaria
(Community Boards de San Francisco). Estas experiencias respondían a dos
fenómenos esenciales: el impacto de nuevas instituciones civiles ante la
llamada “crisis de representatividad social”, y el aumento de la complejidad y
cantidad de los procesos judiciales (SINGER, 1996, 11-21).