sábado, 21 de marzo de 2015

Evolución histórica del concepto de Empatía



Si repasamos históricamente el concepto de empatía vemos que este término tiene un gran recorrido. Leibniz, Rousseau, habían indicado la necesidad de ponernos en el lugar del otro para ser buenos ciudadanos. Adam Smith  habla de la capacidad de cualquier ser humano para sentir “pena o compasión…ante la miseria de otras personas…o dolor ante el dolor de otros” En 1909 Titchener acuño el término “empatía” como la cualidad de “sentirse dentro de”. En 1949 se acuñó el temino “adopción de perspectiva” (roletaking, Dymon), en esta misma línea Hogan (1969) definió la empatía como un intento de comprender lo que pasa por la mente de los demás. 

A partir de los años 60 esta visón de la empatía cambia por una conceptualización que concede más importancia a su componente afectivo, definiéndola como “un afecto compartido o sentimiento vicario”, Stotland (1969).. A partir de 1980 se empieza a trabajar sobre una definición integradora de la empatía, que tiene en cuenta tanto sus componentes cognitivos como los afectivos. Eisenberg (1987) nos habla de la noción de adopción de perspectiva cognitiva  y de la adopción de perspectiva afectiva. La visión integradora propone que la empatía se compone de aspectos cognitivos y afectivos. A partir de los años 90, se aborda el estudio de la empatía desde la perspectiva de la Inteligencia Emocional (IE), término introducido en la literatura por Salovey y Mayer (1990). Desde este enfoque, puede considerarse que la empatía incluiría aspectos relacionados tanto con la percepción de las emociones de los demás como con su comprensión Sin embargo, este modelo no permite contemplar los aspectos afectivos de la misma. 

A finales del siglo XX aparecen los primeros estudios desde una Perspectiva Neuropsicológica donde se intenta localizar la empatía a nivel cerebral. Las investigaciones pioneras indican que la corteza prefrontal parece ser la principal área implicada en el procesamiento de la empatía; la región frontal dorsolateral estaría más especializada en la empatía cognitiva, mientras que la región orbitofrontal lo estaría en la empatía afectiva. Otras investigaciones se han centrado en el componente cognitivo de la empatía y sitúan esta capacidad a nivel de las neuronas espejo Sharmay-Tsoory , 2004; Rizzolatti y Singaglia, 2006. 
Otro aspecto muy estudiado es su relación con algunos rasgos de personalidad. Hogan (1960) encontró relaciones positivas entre la empatía (capacidad cognitiva) y la sociabilidad, autoestima y flexibilidad, así como correlaciones negativas con la ansiedad e introversión social. Mehrabian y Epstein (1972) encontraron una relación positiva entre la empatía, la disposición a mostrar conducta de ayuda y tendencia a la afiliación e identificó una relación negativa entre empatía y agresividad. 
Desde la perspectiva de la psicología social, pueden encontrarse dos grupos de teóricos: los que defienden que la empatía conlleva un motivo social intrínseco y aquéllos que defienden que conlleva una motivación extrínseca. Así, Krebs (1975) señaló la hipótesis de la similaridad percibida con el otro lo que nos hace empatizar hacia los extraños. Por otro lado también se alude a la empatía en términos de recompensas extrínsecos; la empatía conlleva una motivación egoísta por la cual si se da conducta de ayuda será para ser recompensado por ello o para evitar ser castigado. 

El ámbito de la salud, a partir del DSM-IV-TR se puede comprobar que la carencia de empatía es una de las características centrales del trastorno del desarrollo denominado síndrome de Asperger, a quien Gillberg (1990) dio el nombre de “trastorno de empatía”. Se trata de una de las manifestaciones más moderadas del espectro autista. Por otra parte, el déficit de empatía juega un papel importante en el trastorno de personalidad esquizoide del grupo A, así como en los trastornos del grupo B (fundamentalmente, en el trastorno narcisista, antisocial y límite), también denominado grupo “emocional”. También se ha correlacionado la empatía con el trastorno de personalidad antisocial o con la psicopatía. La incapacidad para regular la empatía parece ser un factor de riesgo para el trastorno de personalidad Antisocial (Miller y Eisenberg, 1988). Hare (1993) afirma que la mayoría de las terapias de tratamiento de la psicopatía tratan, entre otras cosas, de ayudar a los pacientes a comprender las necesidades, sentimientos y derechos de los otros.

Desde la psicología clínica para la terapia humanista rogeriana o centrada en el cliente, tres son las condiciones que deben estar presentes durante la sesión para que se pueda producir el cambio terapéutico en el cliente: autenticidad o congruencia del terapeuta, aceptación positiva incondicional de éste hacia el cliente, y comprensión empática del mismo Gladstein (1983) habla de la empatía afectiva, que hace referencia a sentir con el cliente conservando la distancia emocional necesaria para mantener la objetividad.

Actualmente se entiende que los procesos cognitivos son los denominados Adopción de Perspectivas (AP; capacidad intelectual o imaginativa de ponerse en el lugar de otra persona) y Comprensión Emocional (CE; capacidad de reconocer y comprender los estados emocionales de otros). Los procesos afectivos pueden ser de signo negativo o de signo positivo,  si la emoción es negativa, se hablará de Estrés Empático (EE; capacidad de compartir las emociones negativas de otra persona o resonancia emocional negativa), y si tal emoción es de signo positivo se hablará de Alegría Empática (AE; resonancia emocional positiva). Es posible que los procesos cognitivos y afectivos se den juntos o de forma separada. Sólo es posible hablar de empatía si se dan los procesos cognitivos, con o sin su correlato afectivo.

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