Como mediadores trabajamos con
personas que están en una situación difícil, de crisis por el conflicto que quieren
solucionar. Un colectivo humano que no es homogéneo y por lo tanto, nuestra
relación debe ser diferencial aunque la otra parte en disputa, bien sea un
banco, una empresa, u organismo o administración no lo tenga en cuenta. Me
refiero al colectivo de personas inmigrantes que lleva aparejado una serie de
dificultades, que debemos entender si queremos que nuestra ayuda como
mediadores sea positiva. Por un lado, para poder desplegar todas nuestras habilidades
en mediación y que el usuario se beneficie de nuestro servicio y lo que es más
importante, se sienta ayudado y valore esta relación. Para ello tenemos que
conocer en profundidad y sensibilizarnos con la realidad de la inmigración y
como esta afecta a la persona.
La crisis económica actual ha golpeado a toda
la sociedad y vemos como el empleo, que es uno de los pilares fundamental para
la integración social de las personas, ha entrado en crisis siendo el desempleo
la mayor amenaza para las familias en peligro de exclusión social. Pero por muy angustiados que
vengan las personas a recibir ayuda a nuestro servicio de mediación, el
colectivo de inmigrantes lleva aparejado como un lastre otra serie de
estresores que pueden dificultar nuestra relación y la efectividad de nuestro
servicio si no tenemos en cuenta esta
otra realidad, excelentemente descrita y explicada por el psiquiatra Joseba
Achotegui en su estudio sobre el “el síndrome del inmigrante con estrés crónico
y múltiple” bautizado como síndrome de Ulises
y que en otro post tratare de valorar.
Basta recordar, cómo en los viejos
textos de Homero se sentía Ulises, en el pasaje en el que para protegerse
del perseguidor Polifemo le dice “preguntas
cíclope cómo me llamo…voy a decírtelo. Mi nombre es Nadie y Nadie me llaman
todos…” (Odisea Canto IX).
Considerar el estado de la persona inmigrante como falta
de adaptación es prejuicioso, ya
que de este modo se considera que son los inmigrantes los que están fallando, cuando
la realidad es bien otra: están viviendo estresores inhumanos ante los que no
hay capacidad de adaptación posible.
Algunas veces cuando se nos acercan
personas para pedir información, consejo o ayuda tenemos la impresión que no
nos están escuchando o no nos prestan atención suficientemente, con lo cual
nuestra actitud puede variar en función del interés que percibimos en la otra
persona. Pero debemos pensar que esta falta de atención puede ser debido a una
multitud de pensamientos, preocupaciones, sentimientos y emociones relacionados
con el motivo por el que han ido a visitarnos y que no puede dejarlos a un lado
para prestarnos atención al 100%. El colectivo de inmigrantes se enfrenta a situaciones de desborde
emocional y estrés producidos por la situación límite en la que viven y de
vulneración constante de sus derechos y si esta situación se va prolongando en
el tiempo, esto puede producir desajustes en el bienestar psicológico de las
personas.
Por nuestro lado, como mediadores, podemos ver como los
pensamientos de la persona que tenemos delante están distorsionados y su foco
atencional está en la situación vivida, no en el momento presente. Nuestro
trabajo mejorará considerablemente si establecemos una relación más humana,
ayudando a identificar sus necesidades y a potenciar y mejorar sus capacidades
para que la persona encuentre la forma de recuperar la confianza en sí misma y
volver a tomar decisiones y asumir el control de su vida.
En esta relación de ayuda debemos dar prioridad:
En primer lugar, a la situación que tiene más importancia
para la persona y no tanto a la que nos parezca más importante a nosotros, también
debemos ser cuidadosos con las primeras impresiones, ya que una misma situación
se vive de manera diferente en función de las vivencias, experiencia y estilos
de afrontamiento de cada uno.
En segundo lugar, es fundamental construir alianzas basadas
en la confianza mutua, lo que va a posibilitar a la persona sentirse arropada y
acompañada, aun cuando se sienta vulnerable y perdida.
En tercer lugar, el concepto clave aquí será conectar con la
persona a través de la empatía. Con la empatía llegas a sentirte identificado
con las emociones y los sentimientos de la otra persona, sentir una pequeña
parte de su dolor y sufrimiento dejando a un lado nuestros problemas y preocupaciones
y centrarnos única y exclusivamente en el otro. Con la escucha activa,
reflexionar sobre sus palabras hace que podamos entenderlas en lugar de oírlas.
Y en cuarto y último lugar, toda relación de ayuda bien
construida lleva a la persona a aceptar a quien le ayuda, porque confía
plenamente en ella y por lo tanto, le concede legitimidad a la relación. La
asertividad que es la capacidad de decir lo que pensamos con educación y
tranquilidad, pero siendo firmes, hará que nuestra comunicación sea sana y
sincera.
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